31 ene 2012

Fractura de Acetábulo (II): El Hospital

Después de un sufrido transporte, finalmente acabé ingresado en el Hospital de Puerto Real, donde empezaría una dura andanza por el mundo hospitalario, lleno de buenos y malos momentos.

La noche del ingreso en la sala de curados, con el enfermero cachondo, me pusieron una tracción blanda en la pierna. Esto es una pegatina con textura de venda de unos 5-6 cm de ancho adherida a la piel desde la parte interior de la ingle, pasando por la planta del pie, hasta la parte externa de la ingle. En el pie se le cuelga una bolsa de agua de 5 kg y la pierna se posa sobre una una especie de tripode para que quede en alto con la bolsa colgando. Su función es tirar de la pierna hacia abajo para que la cabeza del fémur no se introduzca en la cadera y me provoque más dolor.

Esta tracción blanda, junto con una cantidad ingente de medicamentos, me hicieron pasar una noche aceptable. Conseguí dormir incluso unas horas. A la mañana siguiente tocaba visita del médico de planta. Lo recuerdo perfectamente, ya que me comentó que había estudiado la carrera en Granada. Noté que recordaba con nostalgia esos años en mi ciudad. Después de unos comentarios sobre la ciudad, me comentó que estaba tramitando el traslado hacia el hospital de Traumatología de Granada, pero que la cosa iba lenta. Probablemente hasta el día siguiente no fuera posible trasladarme.

Además, comprobó que la tracción blanda que me habían puesto no estaba haciendo nada. Así que me dijo que a las 12 (nunca se me olvidará esta conversación palabra por palabra) vendrían a ponerme una tracción dura. Mi curiosidad hizo preguntar en qué consistía eso. Quizá no debería haber preguntado nada, ya que estuve con mal cuerpo hasta que me lo hicieron. La explicación fue: "tenemos que introducir con un taladro un clavo por el lateral de la rodilla para atravesar la cabeza inferior del fémur. Cuando el clavo haya atravesado la rodilla, engancharemos una especie de herradura del que penderá una pesa de 5 kg unida por una cuerda que pasará por una polea". En ese momento, no pude para de pensar en el taladro hasta que llegó la hora.

Y dieron las 12. Con puntualidad inglesa, apareció Hassan el médico, la enfermera y dos residentes. Estos últimos traían cara de circunstancia conociendo el proceso que iba a sufrir. Sin más dilación, me descubrieron la pierna y sacaron el taladro blanco dispuestos a atravesarme la rodilla. Pero antes, pusieron anestesia local a los lados para que no doliera. Y funcionó. 

El clavo medía unos 30 cm y era muy fino. La primera instrucción que dió Hassan a la enfermera fue: "atraviesa la piel sin taladrar para que la piel no se enrede en el clavo". En ese momento me quité las gafas para evitar ver algo, ya que tenía bastante angustia ante lo que se acontecía. La operación de atravesar la rodilla duró muy poco, rápidamente lo introdujeron sin problemas. Pero si recuerdo la vibración, el sonido y el olor del taladro. Tras poner el clavo, engancharon la herradura y a continuación la cuerda y la pesa. El sistema funcionaba bien, porque empezó a dolerme menos la cadera.

El día siguiente me concedieron el traslado. Necesitaba que me acompañara una enfermera en el trayecto. Sobre las 5 de la tarde apareció un conductor de ambulancias con una camilla que entraba algo peor que justo. La ambulancia no estaba preparada para mi traslado, así que hubo que esperar hasta las 6 a que llegara una mejor equipada.

El traslado fue duro. Cuando vas tumbado en una ambulancia con la pierna dolorida y botes de suero que cuelgan encima de tu cabeza, compruebas que ni la mejor autopista se libra de tener resaltos. Gracias a la enfermera que me acompañó, conseguimos que la pierna sufiera menos vaivenes de los esperados. La chica era una profesional, ya que se pasó todo el viaje agachada cogiendome la pierna. Le dije que descansara un poco, y me dijo que si al día siguiente tenía que ir a un fisio que no pasa nada, pero que mi pierna era lo más importante en ese momento. Cogimos la autopista de Cádiz a Sevilla y después la autovía de Sevilla a Granada. Y tras casi 4 horas de viaje, con bastantes botes y sufrimiento al ver la pierna ir para todos lados, aunque bien sujeta, llegamos a la entrada de Granada. Al conductor le dijeron que tenía que pasar por Santa Fe para recortar camino. Y este hombre se lo tomó tan a pecho que en lugar de coger la autovía que pasa por fuera del pueblo, se metió dentro de él, con las oportunas consecuencias: rotondas, resaltos, badenes... como si no hubiera sufrido poco en el viaje.

Sobre las 11 de la noche conseguí el ingreso en Trauma, y a las 1 me subieron a la habitación 622. Y allí empezó una estancia con bastante altibajos. Han sido numerosas las anécdotas positivas y negativas que allí he vivido. Varios han sido los compañeros de habitación que han pasado por allí. Sobre todo los fines de semana, cuando se llenaba el hospital de esquiadores de Sierra Nevada. Recuerdo especialmente a uno, madrileño, que pasó allí una semana conmigo esperando un traslado que parecía nunca llegar. Si nos quejamos de la Seguridad Social de Andalucía, bajo mi opinión, el servicio de ambulancias de Madrid funciona mucho peor. Fue vergonzoso ver cómo día tras día engañaban a los padres de este muchacho diciéndoles que al día siguiente lo trasladarían. Y así hasta 7 días.

Pero esos 7 días fueron bastante memorables. Con él viví el partido Madrid-Barcelona, y para la ocasión no podían faltar unas pizzas y unas coca-colas. Fue bastante divertido. O cuando subió de la calle de fumarse un cigarro, y la pared blanca tenía más color que su cara. "Máma corre, máma corre, que me he mareado". Y la madre asustada de que las enfermeras les regañasen por haber dejado que su hijo se fumara un cigarro estando ingresado. Aún reímos recordando la anécdota.

También recuerdo a la auxiliar con título de enfermera, Lola, lo graciosa y apañá que era (y seguirá siendo, supongo). Siempre venía a charlar un rato conmigo, o a chincharme. Y después estaba la limpiadora, que siempre dedicaba un rato más de limpieza a mi habitación, mientras se dedicaba a criticar a todo el mundo de la planta. Y yo le daba la razón, claro. Aunque tengo que reconocer que no le faltaba en casi todos los casos. Como decía la madre del madrileño, en el ala par de la sexta planta de trauma, vuelan los cuchillos.

Pero también hay momentos no tan agradables. Yo estaba postrado a una cama sin poder salir de ella. Y por tanto, eso implica ciertas cosas, como es ir al baño. La orina no tiene problemas, o al menos yo no los tuve. Aunque tuve ciertos compañeros que si lo tuvieron, pero dura menos. El problema viene cuando tienes que "hacer de vientre". La teoría que he sacado de todo esto es que si el retrete está diseñado de esa forma, es por algo. Y que para todo, incluso para eso, hay que tener los pies en el suelo. Durante la primera semana no pude hacer nada. Me suministraron "ayuda" y funcionó. Pero después vuelta a lo mismo. Hasta 2 días antes de la operación no fuí capaz de regularme, para después volver a perder esa regulación.

En esa planta de los horrores del hospital, había un enfermero que lo llamaba el enfermero empanao. Su cara y sus formas me obligaron a bautizarlo así. Era el enfermero más incompetente que yo me he encontrado. Aunque hay otro que también tiene un título similar; después contaré porqué. Pues el enfermero empanao me hizo varias jugarretas. Las más destacadas fue darme un sobre para ir al baño a las 8 de la tarde, y hacerme pasar una noche horrorosa. Sentía que la barriga se me hinchaba y me iba a explotar. Pasé una noche de perros. Y la otra destacable llegó un día a las 8 de la mañana. Llevaba unos días con fiebre, y la enfermera, preocupada por esas décimas, llamó por la noche al médico de urgencias para que me explorara. Yo pensé que había sido un sueño, pero no. Pues este médico pidió un análisis de orina y otro de sangre. Pues el enfermero empanao llegó muy dispuesto a mi habitación y dice: "Voy a tener que sondar a este muchacho". De un sobresalto me desperté y pregunté que porqué me iba a sondar. Sus palabras textuales fueron: "pues porque te tengo que hacer un análisis de orina y no confío en que seas capaz de cortar el chorro y te puede manchar". Me parecía subrealista el comentario. Le dije que no, que me diera el bote y que yo me apañaba. El insistía y decía que lo hacía por mi bien. Yo le dije que gracias pero que no, y me dió el bote. Pero antes de que se fuera, y ya con el bote en mi mano, saqué toda la rabia que tenía dentro y se la lié. Principalmente le dije que si pensaba que era mejor hacer sufrir a una persona y ponerle una sonda (con lo que duele en un hombre) para no manchar unas sábanas, según su criterio. Vergonzoso.

El otro enfermero que se lleva el título de incompetente, aunque este es por falta de habilidades, fue uno que vino a cogerme una vía. Las venas de mis brazos parecen autopistas. Son sanas y fuertes y en todo el tiempo de ingreso a nadie le ha costado pillarme una. Pues este, intentó pillarme una, y tras 5 minutos trasteando (que 5 minutos es un mundo), no pudo y se pasó a otra vena. Los conductos del sudor de mi frente parecían grifos abiertos en pleno verano. El dolor era insoportable, tanto que dejó de dolerme la cadera por un rato. Y seguía probando suerte con las venas, pero no hubo suerte. Después de trastear de nuevo durante 5 minutos otra vena, no pudo. Y cuando dijo de intentarlo otra vez, ya me negué. Le dije que o llamaba a alguien que supiera o me daba la medicación por pastillas. Y esto último fué lo que hizo.

También recuerdo esa comida hospitalaria, sosa, insabora, fria, mal asada y todos los calificativos despreciables que se les puede poner a la comida. ¿Cómo se puede cocinar tan mal? Al final me acostumbré a ella, pero porque mis papilas gustativas se jubilaron. No había más remedio.


Y llegó el día de la operación. Diecisiete día después del accidente, un 15 de Diciembre, a las 8:30 de la mañana me metían en quirófano. El porqué tanto esperar a operarme, según los médicos era porque había que esperar a que bajara la inflamación de la cadera para poder abrir. La razón real es que pilló en el puente de la Constitución de Diciembre, y allí no trabajaba nadie esos días. Así que tuve que esperar a que pasara y estudiaran el caso para intervenirme.


Ya en quirófano, y sin gafas, por tanto veía bastante borroso (7 dioptrías de miopía lo corroboran) veía mucho tráfico de enfermeras, médicos y auxiliares preparándolo todo. La operación era complicada, por tanto tódo debía estar a punto. Todo el mundo se presentaba (no recuerdo ningún nombre) y me preguntaba que cómo me había roto la cadera. Caída libre de 4 metros por un barranco, a lo superman sin capa, decía yo. Y pocos minutos después me pusieron en la camilla de operación. El anestesista me dijo: "te voy a poner un sedantillo pa que estés más relajao". Y tánto que lo estuve. Creo que no me dio tiempo a volver la cara cuando ya perdí el conocimiento.


La operación duró 13 horas y fue un éxito. La rotura de mi cadera se describe como una cadera que en la caída había explotado. Estaba hecha añicos. En primer lugar intervinieron por la parte delantera, por una incisión que va desde unos centímetros bajo mi ombligo hasta el costado derecho (30 cm de cicatriz de recuerdo). Unas 9 horas más tarde me voltearon y realizaron una incisión de otros 30 cm en la pierna hacia el glúteo. En total fueron 4 placas de distinta longitud y 20 tornillos de sujeción, más 4 litros de sangre trasfundida. Una ferretería andante con sangre renovada. Desde ese momento pasé a llamarme "el de la cadera de 13 horas". Me hice bastante famoso. Los médicos comentaron que si la primera intervención se alargaba mucho, la segunda (la de la parte trasera de la pierna hacia el glúteo) la dejarían para el día siguiente. Pero la fractura estaba tan mal, que si hacían eso probablemente perdería la movilidad de la pierna. Así que no había más remedio.


Lo siguiente que recuerdo tras la anestesia fue una voz que me pegó mi padre diciendo "chaveaaa" y a mi tía darme un beso. Todo esto fue a la salida de quirófano, en el camino hacia reanimación. Sobre las 10 de la noche entré en ese área de reanimación. Es una especie de UVI por donde pasan los operados para que se recuperen un poco de la anestesia para después volver a la habitación. El tiempo habitual de estancia allí es de unas pocas horas. Yo estuve dos días. Mi aspecto tras la operación era espantoso: ojos y labios morados, blanco de piel y todo el cuerpo hinchado como un globo. Estaba destrozado.


Ya en reanimación, esa misma noche accedieron mis padres 5 minutos a verme. Estaba muy cansado, pero tuve fuerzas para preguntar qué tal había salido todo. Me dijeron que muy bien, todo había ido perfecto. Pero se guardaban otra información: con la cantidad de sangre trasfundida había que esperar a que pasase por todos mis órganos y todo fuera bien, ya que podría provocar la parálisis de alguno de ellos. Por suerte esto no ocurrió.


La noche la pasé con bastante dolor, aunque bastante controlado con la cantidad de medicamentos que me suministraban. Comprobé varias veces si podía mover los pies. La anestesia epidural no me dejaba. La sensación de impotencia y nerviosismo por no poder hacerlo era enorme. A la mañana siguiente, cuando medio desperté, me di cuenta que estaban empezando a lavarme. Yo no tenía fuerzas para hacerlo. Además, tenía los ojos resecos y me había pasado la noche entera roncando con la garganta llena de mocos. Consecuencias de haber tenido los ojos tapados y un tubo por la traquea durante la operación. Además, como dijo una de las enfermeras, tenía más cables que la Telefónica.


De la operación salí con las siguiente conexiones: 3 redones o drenajes que salían de las cicatrices (dos de la de atrás y uno de la de adelante), una sonda de orina, un catéter epidural por el que me suministraban constantemente medicación, una vía en el cuello y otra en la muñeca izquierda, y una via arteria en la muñeca derecha para controlar la tensión. Así no hay quien se mueva.


Y con tanto cablerío, me pudieron lavar. El resto del día lo pasé bastante adormilado. El dolor cada vez iba a más, así que me suministraron varias dosis de morfina. La sensación de flotar se apoderaba de mí cada vez que me lo inyectaban por la vía del cuello. Recuerdo que esa mañana, y vestido de calle, pasó a verme el cirujano que me operó a ver cómo estaba. Me dijo que moviera los pies y lo hice. Dijo que eso era buena señal. Al día siguiente, me desperté con más fuerzas, y pude ayudar a lavarme un poco. 


El sábado, dos días después de la operación, me subieron a planta, a la habitación 601. Allí pasé los días dolorido de toda la operación. Fueron días complicados. El martes de la siguiente semana, aparecieron por la habitación dos de los cirujanos que me operaron. Cuando los vi aparecer, no me gustó nada. Sabía que algo pasaba. Después de conversar unos segundos y preguntarme qué tal estaba y mover la pierna, me dieron la mala noticia. Yo estaba esperanzado en que el viernes de esa semana, vísperas de Nochebuena, me iría a casa. Me dijeron que mejor íbamos de nuevo a quirófano. Uno de los clavos que pusieron se había quedado un poco más largo de la cuenta y tenían que cambiarlo por otro más corto. Existía riesgo de que tocara nervios, así que no podría sentarme en una silla hasta después de esa operación.


Ese día mis ánimos pegaron un bajón muy grande. Además coincidió con otro hecho destacable: la desconexión cables que tenía en el cuerpo. Me quitaron los 3 redones, la sonda de orina y el catéter epidural. Este último era molesto, aunque mantenía el dolor a rajatabla. El problema fueron los redones. Estos son unos tubos de unos 3 milímetros de grosor con microporos, que se introduce en la herida para que salga la sangre. Tenía unos 15 cm introducidos dentro. Cuando pasa demasiado tiempo, más allá de 3 días, los músculos se van adaptando a esos tubos y se van adheriendo a esos microporos. Por tanto, a la hora de sacarlos duele cada día más. Y a mí me los quitaron a los 5 días. La tarde fue horrorosa de dolor.


Llegó el día de la segunda operación. Ya me habían adelantado que esa operación sería muy corta, que era simplemente cambiar un tornillo por otro. Se había programado a partír del as 12, pero por sorpresa aparecieron los celadores a las 9 en busca mía para bajarme a quirófano. Así que la espera fue mínima, y yo muy feliz. En quirófano, la anestesista me puso un sedante para que estuviera relajado, pero no dormido. Dijo que la sensación sería como si estuviera borracho. Y así fue. Parecía que estaba en una fiesta, borracho como una cuba, rodeado de gente, donde me podía dormir si quería, y despertarme cuando quisiera. Varias veces, durante la operación, me fueron preguntando qué tal estaba. Escuché nítidamente que decían "ya tenemos el tornillo fuera". También escuche que el médico me preguntaba si me habían sentado ya. Dije que no, y contestó que quería que esa tarde me sentaran, que se lo dejaría escrito a la enfermera. Parece que esto último fue confuso, ya que después nadie recordaba ese comentario. Aunque días más tarde apareció el informe donde especificaba que se me levantase. Paradojas del destino.


La operación fue nuevamente un éxito, y duró tan solo hora y media. Ya despierto como una rosa, salí del quirófano y pase a reanimación. Allí estuve tan solo un par de horas, y me subieron a la habitación, donde me demostraron que hay auxiliares con menos sensibilidad que una piedra.


En mi cama tenía una estructura con un gancho donde me agarraba para todos los cambios posturales y para levantarme cuando me cambiaban las sábanas de la cama. La mañana que me bajaron a la segunda operación, se les olvidó a los celadores bajar la cama al máximo para poder pasar por la puerta. Entonces, antes de deshacer los pasos ya dados, desmontaron la estructura con la intención de montarla de nuevo a la vuelta. Pues al llegar, se pusieron a montarla y parece que dió bastante problemas, aunque se podía perfectamente. Yo llegaba bien, pero recién salido de una operación, por lo tanto no tan bien como cualquier otra persona. Pues en ese momento, la auxiliar (vizca, por cierto) empezó a recriminarme que para qué quería eso. Después de varios intentos por explicárselo y ella con pocas ganas de entenderlo, finalmente, por no mandarla a la mierda, un poco cabreado le dije que lo ponía porque quería y ella no era nadie para impedirmelo. Mosqueada se fue.


En esa misma habitación pasé la Nochebuena con mi familia. Al día siguiente, esa comida incomestible de hospital, se convirtió en una comida digna del mejor restaurante. Pusieron lenguado relleno con gambas y espárragos, junto con una salsa blanca y patatas rebozadas y fritas. Una comida exquisita. Y ahí me pregunté yo: ¿no sería posible comer así cada día? Creo que el presupuesto del hospital dice lo contrario.


Y por fín llegó el día esperado: salir de la cama donde llevaba postrado 28 días y sentarme en un sillón. La sensación de salir del hoyo fue estupenda. Dejaba atrás el hoyo a lo Homer Simpsons que había la posición del culo en la cama. El calor que desprendía en todo el cuerpo el colchón de plástico, la incomodidad del colchón de viscolátex superusado de hospital, las piernas todo el día en alto... Casi todo el mundo suele marearse al cambiar de cama a sillón. Yo estaba tan felíz que ni lo noté. Y por fin pude comer con los pies en la tierra. Tengo que confesar que la comida entra mucho mejor con los pies abajo.


Por la tarde conseguí una silla de ruedas y pude moverme. La sensación que tuve al salir por la puerta de la habitación fue de libertad. Sensación totalmente perdida 28 días antes. Por fin salía de la cárcel. No paré en toda la tarde de dar vueltas por la planta. Cada vez se me hacía más pequeña, así que tuve que ir a conquistar nuevos mundos. Bajé a la planta 5 y después a la planta baja. Tenía que ver el belén que habían puesto en el hospital. Además, aprovechando que estaba en silla de ruedas, aproveché para pelarme. Justo antes de empezar, apareció una celadora que venía a buscarme para hacerme una placa.


Al salir de rayos, ví la placa que me habían hecho y la ferretería que tenía dentro. Era la primera vez que veía lo que me habían hecho. Pensé que era mucho menos de lo que tenía. Dos placas largas recorrían la parte derecha de mi cadera, desde la parte más alta hasta el acetábulo. Quedé bastante impresionado.


Al llegar de nuevo a la habitación, me pelaron (mi aspecto empezaba a mejorar) y seguí dando vueltas. Llegaron las 7:30, y de lejos vi como dos auxiliares entraban en mi habitación a tomarme la temperatura. Como si de una carrera se tratara, me apresuré a llegar para que no me regañaran por no estar. Todo el mundo se lo tomaba a cachondeo. Después, llegó el enfermero a ponerme la heparina, esa maldita inyección que cada día me ponían en la barriga para evitar que me salieran trombos. El problema no es que duela, que al final no deja de ser una aguja muy fina y pequeña, es el picor-dolor que te produce el líquido cuando te lo inyectan y varios minutos después. Según el médico, al salir del hospital debería pincharme la inyección durante 4 o 6 semanas más, así que mejor empezar cuanto antes a practicar. El enfermero me indicó cómo hacerlo: coges un pellizco de la barriga, lo inyectas lentamente y al acabar sacas la aguja, aprietas el botón fuerte para que se cubra la aguja y la tiras a la papelera. Descubrí que si me la ponía yo, dolía mucho menos.


Al día siguiente, y después de lavarme, me entraron unas pequeñas ganas de ir al baño. Ilusionado en que ya me podía poner en una silla de ruedas, como crio que va de excursión, pedí ir al baño por primera vez después de un mes. Ya sentado en el retrete, descargué toda la energía que llevaba dentro, que no era poca. Para quien no lo sepa, creo que supera al placer de comer. Y más en esas condiciones. Mi siguiente sueño era orinar de pie en un retrete, y no en una botella en la cama. Todavía faltaba tiempo para que llegara ese momento.


Esa misma mañana me compraron la silla de ruedas que me llevaría a casa. Al momento que la ví me encantó. La encontré bastante moderna y bonita. Ya he descubierto que la lleva bastante gente mayor y por tanto ya no me parece tan moderna. Por la tarde, aprovechando que la silla era de mi propiedad, salí a la entrada del hospital para tomar el sol. Esa primera bocanada de aire fresco me supo a gloria. Hacía frío, tanto como un mes de diciembre en Granada, pero daba igual, respiraba aire limpio, aire renovado, no aire recocido de hospital. Y tomé el sol, el poco que quedaba a las 5 y pico de la tarde. 


Esa noche, cené y dormí con más ganas que nunca. Estaba cansado de tanto ejercicio. Hay que destacar que tantos días en una cama hace que pierdas mucha masa muscular. Yo me había quedado en los huesos, muy delgado y blanco de piel. Mi aspecto era horroroso. Por eso necesitaba tomar el sol; necesitaba salir ya de allí. Además, las fuerzas eran mínimas, por lo que cualquier esfuerzo físico que para todo el mundo es habitual, como podría ser recorrer unos metros en silla de ruedas, para mí era como correr una maratón.


Al día siguiente, llegó ese gran momento: me daban el alta. Pero antes, me esperaba un gran regalo. Me tenían que hacer un análisis de sangre, ya que la muestra tomada el día anterior no valía. Tenía un problema en las venas, ya que después de tanto pinchazo, casi a diario, las venas habían creado cayo. Esto es que las venas están tan duras, que cuando pinchan e intentan sacar sangre, se produce efecto ventosa. No sale ni una gota. Debes hacer mucho esfuerzo de abrir y cerrar la mano para conseguir gota a gota una muestra ridícula. El dolor que te produce esa extracción es enorme, y más cuando lo intentan en varias venas porque no pueden. Al menos me libré de que probaran en las venas de la mano.


Pero nada me quitaba la ilusión de mi alta. El día anterior me lo adelantó el médico de planta. Le presioné para que fuera este mismo quien me la diera, pero dijo que prefería que fuera mi cirujano quien me diera esa esperada libertad. Pues bien, ese día llegó el cirujano a la habitación y casi haciéndose el interesante, me dijo que me iba a mi casa. Ya si, por fín.


Además, ese mismo día empecé la rehabilitación. Un par de días antes, y ante mi insistencia al médico de planta (aconsejado por mi cirujano) solicité empezar con la rehabilitación. Así que dos días de antes de empezar subió una rehabilitadora (no se si fisioterapeuta o terapeuta ocupacional) a valorarme. Dijo que estaba todo "muy flojito" (¿qué esperaba después de un mes sin moverme?!) y que necesitaría bastante. Al día siguiente subió otro rehabilitador y me dijo que empezara a hacer ciertos ejercicios que hice como niño bueno en la escuela. Tenía ganas de recuperar cuanto antes. Ya después de la operación empecé a hacer yo ciertos ejercicios. El mayor problema que existe de no mover la pierna nada es que se atrofia la rodilla. El dolor tanto para flexionar como para estirar es exagerado. Sientes que te va a estallar la rodilla. Poco a poco, de costado y con ayuda hacía ejercicios para articular la rodilla. Mejoré algo, pero quedaba aún mucho por hacer por esa rodilla, y aún más por la cadera.


El día del alta bajé por primera vez al gimnasio de Traumatología. La primera sensación y pensamiento que tuve fue: "pero si está esto lleno de lisiados". Yo era uno más, pero no me consideraba como tal. Según me había dicho la mujer con acento del norte que me llamó por teléfono, mi fisio sería Mamen. Así que al llegar al gimnasio pregunté por ella y la conocí. Sería mi fisioterapeuta por mucho tiempo.  Ese día no hice apenas ejercicios, solo era para ver cómo estaba.


En menos de 40 minutos volvía a la habitación. Ya arriba, tomé mi última comida de hospital, pero esta vez me tomé el lujo de tomarla fuera de la habitación: en una mesa con vistas en la sala de espera del fondo del ala. Allí la de las ambulancias me confirmó que me recogerían todos los días para rehabilitación y que me llevarían a casa a partir de las 3. Tenía que esperar.


Sobre las 4 pasadas, llegó el último percance que tendría antes de salir del hospital. Estaba en la cama tumbado y cambiado de ropa, descansando. El paso de cama a silla me costaba un mundo y necesitaba ayuda. Dije a las auxiliares que me avisasen cuando llegara el celador a recogerme para hacer el cambio justo antes de irme y descansar bien. Los primeros momentos que te sientas en silla de ruedas aguantas poco tiempo ya que te duele mucho el culo. Y más cuando has perdido toda la masa muscular, ya que apoyas directamente con el hueso. Pues bien, con el aviso dado, veo que pasa el celador hasta el fondo y a grito pelao, le dice la auxiliar al acompañante de mi compañero de habitación que me prepare que me voy. Yo, conociendo la situación, exigí que viniera ella misma a decírmelo a mí que soy el enfermo. Cuando llegó a la habitación esperaba que estuviera preparado, con lo que al ver que estaba en cama se enfadó. Yo me enfadé más y le hice comprender que me costaba mucho el cambio, y que tenía que estar totalmente segura para que yo hiciera el cambio. Además, que su obligación era decírselo al enfermo o al familiar del enfermo, y no a cualquiera del pasillo. Llevaba yo la razón y ella lo sabía.


Pues finalmente, a mitad de camino en mis traslado cama-silla, el celador dice que en la ambulancia yo no cojo, que se ha confundido. Mi mosqueo aumentaba. Sin decir nada, volví a iniciar el proceso de tumbarme en la cama. Finalmente, la auxiliar acabó casi disculpándose conmigo.


Y por fín, media hora más tarde, llegó mi momento. Abandoné esa habitación directo a mi casa. Me despedí de los compañeros de habitación, y con mucha alegría iba dejando atrás unos días muy duros. Me despedí con cariño de muchas enfermeras y auxiliares, que con el paso de los días nos habíamos tomado cariño, y me bajaron a la puerta de urgencias, donde estaba esperando mi ambulancia.


Momentos antes, volví a ver a uno de los cirujanos que me operó. Me despedí de él diciendo: "por ahora no ponemos limitaciones al movimiento, ¿no? Ya los pondremos conforme vayan llegando". Y me respondió: "Vale, sin limitaciones".


Me subieron por la rampa de la ambulancia con la silla y la ambulancia echó a andar rumbo a mi casa. Se acabó todo.


Continuará...

13 comentarios:

  1. Hola Fran!!! Te saluda Juan Diego, soy de Guatemala y recorriendo por ahí me encontré con tu relato de la fractura de cadera...

    Pues te cuento, yo también tuve una, llevo a penas dos meses y algunos días del accidente, el mío fue corriendo como lo hacía todas las mañanas antes de empezar mi día (algo completamente ridículo) pero bueno...

    Cómo has seguido??? ahora tienes algunas complicaciones??? puedes ahora hacer algún tipo de deporte???, yo recién 2 días empecé mi fisio... mañana tengo mi segunda sesión, bastante dolor pero ahí voy...

    Nos hablamos!!!

    ResponderEliminar
  2. Hola Juan Diego. Lamento mucho tu accidente y que estés pasando por lo mismo que pasé yo. Como siempre, los accidentes ocurren de la forma más estúpida que te puedas imaginar.

    Ante todo mucho ánimo por el largo camino que te queda por recorrer. No sé muy bien la gravedad de tu fractura, ni sé en que estadio de la evolución te encuentras. Yo solo tengo que decirte que ya he salido de todo y que me he quedado perfectamente. No tengo ninguna secuela y puedo hacer vida totalmente normal: desde coger peso, correr, saltar... pero claro, esto tiene sus matices. Todo esto lo hago porque he seguido un tratamiento nuevo para los huesos. Y hasta llegar aquí ha sido un largo y duro camino.

    Ante todo, no desesperes. Ten mucha paciencia y no tengas prisa en evolucionar ni andar sin muletas. Todo llega. Sigue los consejos de los médicos y se valiente. Podemos seguir en contacto si me escribes directamente al correo: elfranjo@gmail.com.

    Saludos y suerte!

    ResponderEliminar
  3. Saludos Fran, curiosamente estaba buscando algun tipo de experiencia post operacion de acetabulo, yo tuve una luxo-fractura del acetabulo derecho hace ya 6 semanas, me he reflejado en tu historia de gran manera, de hecho creo que corri con mejor suerte porque mi operacion fue 12 horas despues del accidente pero por lo demas fue muy parecido y tal como lo dices es un dolor espantoso, de hecho no pudieron calmarlo hasta que me durmieron por completo para operarme, recien empeze hace una semana las terapias de rehabilitacion muscular, esperemos a ver que pasa.
    Quisiera me contaras tus experiencias en la recuperacion motriz, que tecnicas han utilizado con tigo, pues segun dices puedes caminar perfectamente con sus limitaciones pienso.
    Espero que hoy dia estes muy recuperado.
    Un gran saludo

    Edgardo Alfaro

    ResponderEliminar
  4. estoy en la clinica en dos dias me operan de luxofractura de acetabulo.. No me hiban a operar pero con la traccion solo no se pudo solucionar ya que quedaronpratecitas de hueso desprendida y en unos años me provocaria artrosis asiq este es el octavo dia que llevo en dos dias me operan..

    ResponderEliminar
  5. Ya pasaron 6 meses del accidente que me produjo una fractura del acetabulo derecho y de la operación de casi 5hs en la que los doctores lograron reconstruir parte del mismo con una placa con tornillos para corregir el desplazamiento. Luego de la operación quede internado 5 días y de alta a casa con reposo total por 2 meses en cama pero con rehabilitación desde el primes día. Después de pasar por distintos estados de dolor, depresión y perdida de paciencia llegue al día de hoy. Estoy caminando con un bastón, luego de haber pasado por las muletas, sigo con ejercicios en plena recuperación de elasticidad y tonicidad muscular, igualmente siento algunos dolores musculares pero se deben al ejercicio. En mi caso ayudo bastante la recuperación mi buena condición física ya que practico deporte (triatlon) hace muchos años y eso según los médicos fue muy importante. Quiero con esto de alguna manera ayudar a quienes están pasando situaciones similares y lo que hay que evitar es caer en estados depresivos y armarse de paciencia los dolores se combaten con diclofenac. Suerte a todos

    ResponderEliminar
  6. Yo pase por todo lo mismo qe fran ya an pasado 7 meses ya ando sin bastones solo mepregunto si pudiera volverce a ronper, eso me acogona por lo demas estoy mui bien

    ResponderEliminar
  7. El relato es como volver a revivir mi experiencia... Luxación y rotura acetabulo posterior de cadera.
    Yo también he pasado por lo mismo que vosotros. Lo mio fue un accidente de ski. Hace ya 6 meses y ando ya sin muletas, aunque con algunas molestias, que me supongo desaparecerán con el paso del tiempo.
    La clave de este proceso es que pase el tiempo lo mejor posible... Yo estuve en el hospital inmovilizado con la tracción dura 48 días... Después 30 en silla ruedas sin posar, hasta que llego el día que el medico considero que la fractura había soldado y empece a usar muletas y hacer rehabilitación.

    ResponderEliminar
  8. Que tal Señores me da gusto que se estén recuperando y que el animo siempre este asu lado. Ami me paso algo similar esto fue el 14/09 esta gustoso de aber entrado a trabajar después de tres semanas de vacaciones (trabajando en casa) y bueno ya tenía semana y media en el campo laboral y como están los torneos internos de fut pues ahí estaba participando. Recuerdo que esa tarde estaba de defensa lateral derecho ya faltaban escasos 3mins para que se terminara el primer tiempo, el equipo contrario manda un tiro de esquina y m lanzó sobre el balón y justo antes de llegar a el, se me tronco mi pierna izquierda y luego la derecha mi cuerpo giro y sentí como me trono mi pierna izquierda. Era un dolor inmenso el que sentia, en sintomático mi cuerpo se postró de costado derecho y mi pierna izquierda estaba encogida. Me trasladaron al IMSS en la ambulancia y si la verdad es muy en cómodo aquel dolor q sentía era insoportable, llegamos y me tomaron unas radiografías en las cuales dieron que estaba luxado y fracturado mi acetábulo. Como a la hora me acomodaron mi fémur en mi acetábulo y me colocaron una garrafa de 5 litros en la pierna con la cual duré una semana, después de tantas radiografías llegaron a la conclusión de operarme para regresar la fracción a su posición y colocarme la placa. La verdad yo no quería pero no abia otra manera sino mi fémur se iba a estar luxando e iba a tener mayor complicación. Me operaron el 21/09 y ya llevó un mes de cama y si es un martirio estar en ella, me falta otro mes para saber que m dice el traumatología.... Primero Dios va a salir todo bien. M gustaría saber más sobre su caso. El tipo de reavilitacion que llevaron en verdad se los agradecería mucho. Javier.sobera85@gmail.com Buena suerte a todos y que sigan gosando de buena salud....

    ResponderEliminar
  9. Hola.
    Me gustaria que este bloc se reanimase pues es interesante saber como estas Fran.
    Asi poder ayudar a personas (como es mi caso) que hallan sufrido este tipo de lesion,pues es una lesion muy grabe y que genera muchas dudas en su recuperacion.
    Ha pasado 15 meses desde que me ocurrio a mi y creo que ahora es cuando peor estoy.
    Me dicen que tengo atrosis post traumatica y es lo que hay.
    Yo me resisto a tirar la toalla y estoy buscando soluciones por esto el motivo de estas lineas...
    Un salulo

    ResponderEliminar
  10. Muy buenas Francis,

    Bueno, dejé de escribir sobre mi caso para contar la evolución meses más tarde, pero lo dejé tanto que se me pasó.

    Escribirme si quieres a mi email personal: elfranjo@gmail.com

    Un saludo

    ResponderEliminar
  11. hola buenas soy cindy diazgranados de colombia de la ciudad de santa marta me sorprende mucho el caso de fran.. espero estes totalmente recuperado .. yo tengo un mes de operada de acetabulo izquierdo soy ciclista y pues hasta el momento de la cama me levante como a los quince dias de la operacion eso es muy frustrante pues me cansaba mucho tanto en la cama como en la silla hace como 5 dias me pusioeron en bici estatica y yo aca en mi casa le coloque rodillo ala mia y hay voy .. la rodilla estaba muy hinchadota no me dejaba flexionar pero ya si por que las terapias han ayudado muchoo .. y yo tambien aca en casa me levanto hago ejercicios claro sin caminar con esa pierna por que aun no me lo permite el ortopedista pero ya me siento con ganas de caminar .. y he salido pues obio en carro pero por esto no me voy a deprimir ..

    ResponderEliminar
  12. Hola por accidente automovilistico tambien sufrí luxo fractura acetavular derecha, he tenido dos operaciones ya llevo mes y medio en cama, no tengo movilidad ni sensibilidad en la pierna...es doloroso intentar sentarme que lo hace imposible los clavos q sobresalen en ambas caderas por mi vientre. Los leo y se que es solo cuestion de tiempo para volver a caminar y por mientras lucho contra la depresión ya que no ayuda.

    ResponderEliminar
  13. Hola a todos,

    Me gustaría expresar mi más profundo agradecimiento a los casos que contáis. Con vuestra historia, estamos ayudando (seguro) a mucha gente.

    Os mando toda la fuerza posible para que os recuperéis cuánto antes. El tiempo pasa más lento cuando se está enfermo o en cama, pero hay que ser pacientes (más aún!). La recuperación es lenta, dolorosa y desesperante. Pero se recupera. Os invito a que hagáis como yo: siempre pensamiento positivo, siempre buscando lo bueno en cada pequeño gesto, animándose con cada pequeña evolución. Y sobre todo, trabajando mucho mucho. Además de los ejercicios que nos manden, preguntar para hacer más. Pero recordad: todo está en la cabeza. Si nos hundimos de ánimos, la recuperación será más tormentosa. Si por el contrario intentamos estar animados siempre (al principio nos obligaremos, después vendrá solo) todo pasa antes y mejor.

    Mucho ánimo a todos! Y no dejéis de escribir!

    Fran

    ResponderEliminar