Indudablemente, cuando hay españoles en un sitio, se nota. Somos distintos, somos diferentes, pero eso no significa que seamos mejores.
Me encuentro ahora mismo en una época en la que he cambiado mi vida: he pasado de vivir en España a lanzarme a la aventura y venirme hasta Escocia para trabajar y, a la vez, aprender inglés.
Mi trabajo consiste en estar o detrás de la barra de un bar sirviendo cervezas y licores, o atender mesas con comidas. Todo el mundo que no es español (aunque las generalizaciones nunca fueron buenas, dejemoslo en la mayoria) cuando vienen a un bar viene a disfrutar del momento, de no estar pendiente de nada más que de estar sentado con la gente que quiere, o solos y contemplando el paisaje, o disfrutando de la música. Y luego está el beber y el comer.
Todo el mundo está relajado, nadie alza la voz para que se le oiga, todo el mundo espera el tiempo necesario para ser atendido. Si te equivocas, intentan subsanar el error ellos antes que tú. Siempre facilitandote el trabajo y simplemente, manteniendo una actitud relajada y positiva. Intentan hacerlo todo más llevadero para que los problemas del que sirve sean menos problemas y así todos poder estar más cómodos.
Pues bien, los españoles no somos asi. Nosotros, cuando llegamos a un bar, queremos ser atendidos los primeros y en la mayor brevedad posible. Y si no llamamos gritando al camarero. Que no se cuele nadie, que yo estaba antes que el otro, aunque solo tenga que esperar unos segundos más para que me atiendan. Que nuestra conversación sea la que más se oiga sobre todas, y por supuesto que nos atiendan muy bien. Cierto que estas actitudes son totalmente licitas y comprensibles, ya que estás pagando un servicio que quieres que sea el mejor. Pero casi nunca nos paramos a pensar en el otro. Nosotros no pedimos, exigimos, gritamos y, en ocasiones, ponemos malas caras cuando algo no nos complace del todo.
Creo que deberiamos tomar una actitud un poco más relajada y aprender más de esos a los que llamamos extranjeros. Nuestra preocupación debería de ser disfrutar del momento, no obsesionarnos con que salga todo bien. Dejemos las prisas, el estrés y las ganas de salir el primero a un lado.
Aprendamos a convivir, no a sobrevivir.
Nota: quien se sienta ofendido con esta entrada, podría empezar a pensar que su actitud se ve reflejada en todo esto y que, quizá, tenga que comenzar a cambiar. Por otro lado, todo es una generalidad, bastante extendida por cierto, pero que no afecta a todos.
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